Después de esos días de inactividad, siestas en el sofá, dulces y fiesta, prometernos que todos los días nos levantaremos al amanecer para meditar, saldremos a correr durante la pausa del almuerzo, responderemos inmediatamente a los correos electrónicos que nos llegan y desterraremos el chocolate de la despensa nos llena de motivación. Al principio lo logramos y respondemos a los primeros contratiempos con justificaciones plausibles. Pero, cuando todo descarrila, nos rendimos con una mezcla de desilusión y alivio, porque, seamos realistas, ni siquiera Wonder Woman sería capaz de seguir el ritmo de una lista de propósitos tan disparatada.
Piénsalo, es un acto mucho más significativo de lo que nos permitimos pensar, porque es allí, frente a un espejo, donde cada mañana decidimos sonreírnos a nosotras y a la vida.